No es
secreto para nadie, que los más pequeños de la casa le sacan mayor partido a
cada idea brillante que tienen, sin temor al fracaso, algo que nos cuesta mucho
a los adultos. En esta entrada vamos a hablar un poco de ese aprendizaje tan
magnífico, y apuntaré las 5 cosas que aprendí de un niño de 5 años, que si bien
puede parecer poco, representa una enseñanza significativa, especialmente por
venir de manos de un pequeño que debería nutrirse de mi experiencia y no al
revés.
No
pretendo decir que este niño es súper dotado, lo que sí espero es que quienes
lean estas líneas, sean capaces de apreciar cada una de esas cualidades que
estoy segura encontrarán en el comportamiento de los pequeños que los rodean.
Hay que aprender de esa simplicidad que poseen los niños para hacer las cosas,
y de esa pasión que le imprimen a cada idea que se les ocurre, veremos que no
es del todo descabellado este planteamiento.
Aquí van las 5 cosas que aprendí de un niño de 5 años:
· Explotar
la creatividad al máximo: G. Taylor sostenía que la
creatividad es “el proceso intelectual cuyo resultado es la producción de
ideas nuevas y valederas al mismo tiempo”, y es evidente que en los niños
es tan sencillo generar constantemente nuevas ideas, lo que para el adulto no
es muy ajeno, sólo que nos cerramos por descartarlas antes de enfocarnos en la
posibilidad de llevarlas a la práctica. Siempre encontramos la manera de
sabotearnos ese proceso creativo y ahí perdemos una gran cantidad de
oportunidades. Los niños son capaces de plantearse diferentes maneras de
resolver un problema y aunque nuestros asuntos son más complejos, no vendría
mal pensar en eso, en explotar esa creatividad al máximo y pensar en nuevas
alternativas que nos permitan avanzar, en vez de quedarnos estancados. Los
niños son creativos por naturaleza, solo necesitan las herramientas, las
posibilidades para poder expresarla de diferentes maneras. Si los adultos
contamos con todos esos recursos, ¿qué estamos esperando para
aprovecharlos?
· Ensuciarse las manos: Si tenemos una idea, y
pensamos desarrollarla, nada mejor que actuar, estar dispuestos a trabajarla
hasta obtener el resultado final, aunque muchas veces no sea el que esperamos.
Lo importante es involucrarse y no descansar hasta lograr los objetivos planteados.
A los pequeños no les preocupa tener que ensuciarse, mojarse, mancharse,
mientras realizan las actividades que les apasionan. Los adultos prefieren
desistir de esas tareas que implican su participación total. No está mal
delegar, pero a veces es necesario hacerse cargo, participar de manera activa.
· No tenerle miedo al
fracaso: ¿Cuántas cosas dejamos de hacer por temor al fracaso, o al qué dirán?
Un niño no piensa de esa manera, no limita su creatividad y es capaz de
alcanzar logros por su cuenta. Y si se cohíbe, es porque algún adulto ya
comenzó a sembrar en él la semilla de la pena, el temor, el miedo a hacer el
ridículo, aunque muchas veces esas ideas locas, raras, descabelladas, resultan
las más interesantes de todas. Aristóteles decía que la única manera de
aprender, es haciendo. Errar es parte de proceso de aprendizaje. Si no salió
bien la primera vez, hay que volver a intentarlo. Si se comprueba que no es la
más indicada, el siguiente paso no es lamentarse, sino desistir de ella sin complicarse la vida, y abrirse a la
posibilidad de una nueva idea que seguramente será mejor que la anterior.
· Compartir: El conocimiento es
potencia, y tiene sentido si se aprende a compartir. Las ideas fluyen
constantemente y hay que atraparlas para hacer uso de ellas, pero muchas veces
es necesario contar con el apoyo de alguien que tal vez pueda ayudarnos a
desarrollarla. El miedo a que nos roben una idea, es igual de limitante. Los
niños son libres, francos, no se guardan nada y eso facilita el trabajo. Si
logramos involucrar a otras personas, nuestras ideas se consolidarán y tendrán
mayor valor, pero para eso hay que perder el temor, dejar de ser egoísta, y
aprender a compartir. "Los
grandes logros del hombre son consecuencia de compartir ideas entusiastas" Thomas
J. Watson.
· Celebrar el triunfo y
avanzar: Una vez concretada la idea, disfruta de ese triunfo. Tómate un momento
para respirar y sonreír por lo logrado, pero no descanses demasiado, es momento
de avanzar, de revisar, mejorar y continuar aportando más a esa idea, para
desarrollarla satisfactoriamente. El entusiasmo es una cualidad que no podemos
perder, nos brindará la energía necesaria para vivir en una constante evolución
de nuestro ingenio, de manera creativa y divertida, para avanzar al siguiente
paso, la próxima idea que seguramente viene en camino.
Esa es mi lista de las
cinco cosas que he aprendido de un niño de cinco años, seguramente tú tendrás
la tuya, si es así, no dudes en compartirla, y si no, ¿qué esperas para
descubrirlas?
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